Bienvenidos

Bienvenidos a la realidad del mundo irreflexivo, bienvenidos a la orilla del mar nocturno con el que divago continuamente, bienvenidos al eterno nombre, a los sueños, a la luz, al tiempo. Bienvenidos...

domingo, 16 de noviembre de 2008

Al Alba

AL ALBA

Quieta, y conteniendo el aliento, estoy al borde de la ventana. Afuera, el alba despierta como un remanso de color desbordándose de sus cauces. Las estrellas están arriba, y me miran con sus ojitos de grana y azul y blanco. Yo pienso que esta mañana es signo de los tiempos, pues mi desconcertada rebelión a penas declarada está de pie, tendiendo estrategias de combate.

Vuelvo a la cama, y con los dedos trato de grabar en mi memoria todas estas cosas frágiles que me rodean: la suavidad de las sábanas y su olor a tarde dorada en los campos de trigo; las almohadas que conservan la humedad de mi cabello; y alrededor, estas cosas que me han dado mis mayores sin que las mereciera: la ropa, los zapatos, los libros… todo mi observa e inspecciona, y siento también la mirada lánguida de mis recuerdos traspasar los muros para analizar mi corazón en este momento.

Quizá este sea el primer desafío, dejar atrás estos objetos que ya son parte de mi universo y de mi historia. Siento ternura al recordar aquel pequeño juguete que me dio mi hermanito, aquel libro que me ha regalado mi mejor amiga, incluso la computadora y el celular, que se han convertido en mis únicos compañeros y confidentes nocturnos, están bañados de ternura y grata conmiseración.

Todo lo que he hecho está aquí. También está a mí alrededor todo lo que conozco. Incluso me rodea el fruto de mi esfuerzo de muchos años. Siento por un momento que no sería capaz de abandonar todas estas cosas, porque el vacío que me persigue se posicionaría en el trono de mi esperanza.

Pero miro el alba, cuya belleza no necesita de nada, ni espera nada, ni desea nada. Simplemente se contenta con ser, en el efímero transcurso de su existencia, una pequeña y bella anunciación del día. Allá lejos, también está un camino que nunca me ha llevado a ningún lugar. A su paso crece la hierba, que a estas horas de la mañana se sacude el rocío con la caricia del viento. Los pájaros son los únicos testigos de este milagro de luz, que desaparecerá fundiéndose en la fuerza única que espera: el sol.

Me asombro del equilibrio que de pronto me envuelve. Le doy la espalda a todo y me quedo quieta en la ventana aprendiendo la lección del alba. Siento que atrás mis recuerdos gimen, e incluso el pecho me duele un poco, porque he dejado afuera mis únicas posesiones y en el corazón se me ha instalado el vacío.

Pero así, sin nada, por fin me siento libre. Estoy lista para el viaje. Estoy lista para la guerra. Ya sin nada que perder, la victoria la tengo asegurada.

1 comentario:

Unknown dijo...

El cambio de tu no existencia por una existencia "diferente" está acompañada con el vislumbramiento del Sol, el dejar de "ser" el menos "poseer" te da la única ventaja de alcanzar victoria. Eso he aprendido el día de hoy, jóven poeta. En medio del Alba, ahí se expresa tu interior, no declineís, recuerda que la batalla recién comienza. Anónimo...