Bienvenidos

Bienvenidos a la realidad del mundo irreflexivo, bienvenidos a la orilla del mar nocturno con el que divago continuamente, bienvenidos al eterno nombre, a los sueños, a la luz, al tiempo. Bienvenidos...

domingo, 27 de octubre de 2019

Para Celeste

En un principio tú eras
una pequeña hoja
que temblaba en mi pecho.
El viento de la vida allí te puso.

En un principio no te vi:
no supe que ibas andando conmigo,
hasta que tus raíces horadaron mi pecho,
se unieron a los hilos de mi sangre,
hablaron por mi boca,
florecieron conmigo.

Así fue tu presencia inadvertida,
hoja o rama invisible
y se pobló de pronto mi corazón
de frutos y sonidos.

Habitaste la casa oscura
y encendiste las lámparas entonces.

El fuego vio crecer nuestro beso
desnudo hasta tocar estrellas escondidas,
y vio nacer y morir el dolor
como una espada rota contra el amor invencible.

Recuerdas, oh dormida en mi sombra,
cómo de ti crecía el sueño,
de tu pecho desnudo
abierto con sus cúpulas gemelas hacia el mar,
hacia el viento del río,
y cómo yo en tu sueño
navegaba libre, en el mar y en el viento
atada y sumergida,
sin embargo
al volumen azul de tu dulzura.

O dulce, dulce mía,
cambió la primavera los muros de la rivera.
Apareció una flor
como una gota de sangre anaranjada,
y luego descargaron los colores todo su peso puro.

El mar reconquistó su transparencia,
la noche en el cielo destacó sus racimos
y ya todas las cosas
susurraron nuestro nombre de amor,
piedra por piedra dijeron nuestro nombre
y nuestro beso.

La calle de piedra y musgo resonó
en el secreto de sus grutas
como en tu boca el canto,
y la flor que nacía
entre los intersticios de la piedra
con su secreta sílaba
dijo al pasar tu nombre de planta abrasadora,
y la escarpada roca levantada
como el muro del mundo
reconoció mi canto,
bienamada,
y todas las cosas dijeron tu amor,
mi amor, amada,
porque la tierra, el tiempo, el mar, la isla, la vida, la marea, el germen que entreabre sus labios en la tierra, la flor devoradora, el movimiento de la primavera,
todo nos reconoce.

Nuestro amor ha nacido fuera de las paredes,
en el viento, en la noche, en la tierra,
y por eso la arcilla y la corola,
el barro y las raíces
saben cómo te llamas,
y saben que mi boca se juntó con la tuya
porque en la tierra nos sembraron juntas
sin que sólo nosotras lo supiéramos
y que crecemos juntas y florecemos juntas,
y por eso cuando pasamos,
mi nombre está en los pétalos de la rosa
que crece en la piedra,
Y tu nombre está en los cielos.

Ellos saben que no tenemos secretos,
hemos crecido juntas, pero no lo sabíamos.

El mar conoce nuestro amor,
las piedras de la altura rocosa
saben que nuestros besos florecieron
con pureza infinita,
como en sus intersticios
una boca escarlata amanece:
así conocen nuestro amor
y el beso que reúnen tu boca y la mía
en una flor eterna.

Amada mía,
la primavera dulce, flor y mar, nos rodean.
No la cambiamos por nuestro octubre,
cuando el viento comenzó a descifrar tu nombre
que hoy en todas las horas repite,
cuando las hojas no sabían que tú eras una hoja,
cuando las raíces no sabían
que tú me buscabas en mi pecho.

Amada, amor,
la primavera nos ofrece el cielo,
pero la tierra oscura es nuestro nombre,
nuestro amor pertenece a la puerta entre el cielo y la tierra.

Amándonos, mi brazo bajo tu cuello de arena,
esperaremos cómo cambia
la tierra y el tiempo en la costa,
cómo caen las hojas de las enredaderas taciturnas,
cómo se va el otoño por la ventana rota.
  
Pero nosotras vamos a esperar al fuego,
cuando de nuevo el viento
sacuda las fronteras de la arena,
y desconozca el nombre de todos,
el invierno nos buscará, amada mía,
siempre, nos buscará, porque lo conocemos,
porque no lo tememos,
porque tenemos con nosotras el fuego
para siempre.

Tenemos la tierra con nosotras para siempre,
la primavera con nosotras para siempre,
y cuando se desprenda de las enredaderas una hoja
tú sabes, amada mía, qué nombre viene escrito en esa hoja,
un nombre que es el tuyo y es el mío,
nuestro nombre de amor,
un solo ser,
la flecha que atravesó el invierno,
el amor invencible,
el fuego de los días,
una hoja que me cayó en el pecho,
una hoja del árbol de la vida que hizo nido en mi vientre,
y cantó,
que echó raíces y dio flores y frutos.

Y así ves, amada mía,
cómo marcho frente al mar, por el mundo,
segura en medio de la primavera,
loca de luz en el frío,
andando tranquila en el fuego,
levantando tu peso de pétalo en mis brazos,
como si nunca hubiera caminado sino contigo,
alma mía,
como si no supiera caminar sino contigo,
como si no supiera cantar sino cuando tú cantas.

Adaptado del original de Pablo Neruda, Epitalamio (1971).

miércoles, 21 de agosto de 2019

Nos cultivamos

Casi por todo es sabido
Que las relaciones se cultivan
Con los besos, la sonrisa
El tacto, los ojos.

Que profundizan las raíces
Donde abunda el Pan,
La Libertad,
La Paciencia,
Y los Sueños.

Que se convierte en abono
El detalle de amor,
La mirada cómplice
Y la lucha.

Está siempre recomendada
La contradicción
De donde emana la sabiduría
Y se caen máscaras
O pretextos.

Casi por todos es sabido,
Aunque sea difícil de aceptarlo,
Que las relaciones se cultivan
Y duelen.

Pero que si se trabajan
Soportan huracanes
Y terremotos
Y sequías estivales.

Y si lo desean
Romperán las lozas
Y tirarán los muros
Con su fuerza.

Por lo tanto,
No subestimes
El valor de una gota
-Lágrima, palabra, afecto-
Que se hunde
En su tronco.

Casi por todo es sabido
Que las relaciones se cultivan
Y sus frutos te salvan
O envenenan.