Bienvenidos

Bienvenidos a la realidad del mundo irreflexivo, bienvenidos a la orilla del mar nocturno con el que divago continuamente, bienvenidos al eterno nombre, a los sueños, a la luz, al tiempo. Bienvenidos...

sábado, 11 de diciembre de 2010

Una mujer tonta





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Lo siento mucho. Fui educada para no ser una mujer tonta.

Recuerdo las veces que mi padre evidenciaba nuestras sutilezas femeninas y me suplicaba: no seas como una de ellas. Luego me expresaba su ideal de mujer fuerte, idealista, con voz firme y manos aprestas para ayudar y construir. Siempre me replicó: nunca caigas en sus deleites, son una pérdida de tiempo. Fui educada para ser, según él, una mujer inteligente, cuya belleza se descubra en el corazón y no en los zapatos, una mujer de a pie, sin temor a caminar ocho kilómetros entre la selva para encontrar un manantial de agua, una mujer que se aventurara a ser ella misma.

Tal vez por eso durante tantos años nunca reparé en mi ropa, y aún más, en algún periodo de mi existencia cambié todo lo que tenía por un par de singulares huaraches que se convirtieron en mi único calzado. ¿Sabes? Siempre estuve más preocupada por hallar la verdad en mi vida y por descubrir cosas nuevas que, pues, nunca me quedó tiempo para preocuparme por esas otras cosas.

Hoy que tengo las uñas pintadas, un pasador en el pelo, las pestañas artificialmente acomodadas y en mi rostro una capa de colorantes que me hacen ver lo más parecido a un estereotipo de lo que nunca quise ser, me duele un poco el corazón. Lo siento, fui educada para no ser una mujer tonta. Fui educada para mirar la belleza de los amaneceres. Para disfrutar una noche de estrellas y dormir a cielo abierto en un sleeping bag detrás de una tabla de surf que encontramos en la orilla de la playa, porque era demasiado fuerte la tormenta de arena, fui educada para leer un buen libro o disfrutar una buena charla vespertina.

Fui educada para ser disciplinada, para tener sueños, para luchar con tenacidad por lo que creo y pienso. Fui adiestrada para entregar mi corazón completamente a aquello que amo –Gracias Dios porque ahora eres tú lo que amo-. Fui enlistada en las filas de aquella gente que se siente diferente, pero especial.

Reconozco que los años, las heridas y miedos me robaron ese entusiasmo y valor que tanto selló mis años de niñez y juventud. No recuerdo haber tenido miedo a explorar cosas nuevas, a decir lo que opinaba de las situaciones, a liderar y organizar a mi salón de clase para jugar cosas juntos, nunca tuve miedo a grabar un disco en Mérida y bailar el Cascanueces al día siguiente en Chetumal, no tuve miedo a ir sola, con gente desconocida, a conocer otros estados y pasar varios días de campamento. Nunca me dio miedo la noche, ni el silencio, ni la oscuridad. Nunca tuve miedo a decidir cómo quería ser mi vida.

Hasta que hoy, detuve mi carrera en seco para reflexionar cuánto han cambiado las cosas. Fui educada para no ser una mujer tonta, y ahora en eso me estoy convirtiendo. Rodeada de desencantos que robaron mi fe en los otros, apenas descubro nuevas rutas que llevan hacia los demás. Cercenado el lazo de vida que tantos años me mantuvo cautiva en la enajenación, ahora me observo libre pero indefensa.

¿Cómo pude haber caído en todo lo que nunca debí ser? Desobediente. Mentirosa. Vana. Altiva. Temerosa. Incluso cerré mis ojos a la vida. Ya no volví a disfrutar del mar. Años sin ir a acampar, o vivir aventuras en algún bosque, mar, desierto o selva. No volví a viajar. Me quedé a solas contigo. Olvidé cómo hablar y decir lo que pensaba. Me acostumbré a la opresión, al miedo, a la resignación. Me hice tan débil que hoy aún me tiemblan las piernas cuando intento ponerme de pie y marcharme.

Por eso me observo hoy, tratando de recuperarme a mí misma. Esa esencia primigenia que me fue robada. Me observo dando pequeños pasos, re-descubriendo qué es la luz de la luna que se filtra dulcemente por mi ventana. Parece que olvidé qué era ser una mujer tonta y empecé a serlo.

Pido enormes disculpas a todas las que se van a decepcionar. Pero hoy no quiero seguir todos los consejos que me han dado. Me lastiman. Me palidece el rubor en el rostro, me desconcierta la combinación misteriosa de aquellas que dicen vestir bien. Yo sólo las observo calculando cuánto tiempo han invertido en su arreglo, y me da miedo. Apenas tengo tiempo para cantar canciones y entonar versos, y descubrir cosas nuevas y hermosas a través de tu voz de eternidad, como para perder aún más tiempo del que pierdo en la escuela y otras fatalidades que hay que atender en estos días cotidianos.

Hoy quisiera regresar a ser esencial, elemental, como una piedra, como el mar, como el cielo, que sólo requiere ser su propia esencia para ser bello. Hoy quiero que la gente mire más allá de lo que aparento, que no me catalogue, que sean mis sueños los que destaquen con fuerza y que mi corazón, cuyo latir ha quedado acompasado de la eternidad del mejor amor, sea como dice Salmos, aquello que hermosee mi rostro.

¿Por qué ninguna de las personas ha reparado en la belleza que hay en mis ojos, o en la fuerza que tienen mis pequeños dedos lastimados, o en mi forma de ser especial y diferente, o en mi ímpetu de decisión y la obstinada manera impecable de trabajar? ¿Por qué nadie se ha percatado que amo la verdad, la justicia, la fe, la esperanza, el amor y la paz? ¿Acaso eso no cuenta como belleza?

Estos días me quedaré con todas estas cosas nuevas en el corazón. Esperaré a que baje la marea. Sin embargo, gracias porque me han hecho recordar la esencia de la belleza. Disculpen si mi naturaleza se exalta contra ustedes, que deben comprender un poco mejor esas exigencias culturales que nos son impuestas, y que nos laceran e impiden ser nosotras mismas. Pero no estoy dispuesta a ser bella para otros, sino para aquel que me contempla desde los siglos. Regresemos a ser elementales, como las niñas que éramos, que sólo tenían tiempo para ser felices y pensar en los días de sol y fiesta, como las niñas que no necesitaban cambiarse y vestirse por otras, sino ser simplemente ellas mismas. Tal vez ahí radique el mejor regalo de la verdadera belleza.

Lo siento mucho, fui educada para no ser una mujer tonta.