Bienvenidos

Bienvenidos a la realidad del mundo irreflexivo, bienvenidos a la orilla del mar nocturno con el que divago continuamente, bienvenidos al eterno nombre, a los sueños, a la luz, al tiempo. Bienvenidos...

martes, 2 de junio de 2009


En memoria de Tostada
+ Q.E.P.D. mayo de 2009

Murió

Murió.

Entre mis manos quedó su endeble cuerpo sin fuerza. A penas respiraba. Murió como se consume la paja en medio de la tormenta de fuego, rápidamente, sin vacilaciones, apenas esa chispa rojiza, estrella de luz, alcanzó a vibrar en el firmamento.
Débiles pasos, tambaleante, su cuerpo diminuto, sin fuerza, reflejaba en sus ojos la nítida expresión de la agonía, el umbral del más allá en lo etéreo de sus respiraciones.

Murió. Y no me queda más que escribir mi dolor. No encuentro lágrimas, sino palabras que se transforman en amargura de mis labios y de mis pensamientos, en un hueco sin fondo de oscuridad y ansiedad, en un camino sin retorno.

Se quiebra mi pecho al pensar en esta luna tibia, azul como el mar, en el viento claro y perfumado, en esta noche perfecta, en esta noche donde su cuerpecito aún caliente reposa, ya sin vida.

¿Qué será de ti en la soledad? ¿A quién observarán tus pequeños ojos bajo las estrellas? ¿Cómo cantarás tu memoria, para que no se borre con el polvo del olvido? ¿Quién descifrará en el mutis de tus labios la transfiguración del espíritu, de la muerte a la vida?

Murió. Y era aún más pequeño que un bebé, era un ser perfecto, vivaracho, con la bendición de la vida en medio de la turbulencia de las circunstancias y las imperfecciones. Era la sombra de mis pasos en toda la casa, era el sonido de su voz como un alegre toque de cascabeles, siempre tierno, siempre puro. Aceptó con ternura todas sus desventuras, incluso parecía no reparar en ellas, las ignoraba con quien vislumbra una bandera aún más sublime en el efímero canto de la vida.

Murió.

Quedó entre mis manos, en los últimos estertores de la muerte. Sentí partir con él muchas esperanzas y deseos, muchas canciones. Queden estas letras como memoria de cuánto te amamos y cuidamos de ti, de cómo se deshizo mi alma juntamente con en el silencio de tus dolores.

Descansa por siempre, y enséñame la lección del morir para obtener vida. No estarás solo, estás en mi memoria, en mí ser, en la sombra de mis pasos por toda la casa, en el olor de estas noches de luna tibia y azul, en las canciones del tiempo.