Bienvenidos

Bienvenidos a la realidad del mundo irreflexivo, bienvenidos a la orilla del mar nocturno con el que divago continuamente, bienvenidos al eterno nombre, a los sueños, a la luz, al tiempo. Bienvenidos...

sábado, 25 de julio de 2009

Súplica de un pájaro herido

¡Si acaso estuviera exenta de sentirte como te siento!

Si acaso la fuerza de mi cuerpo fuera suficiente para desposeerte, para alejarte, para arrancar de mí los recuerdos, el paso dormido en la húmeda fronda de luz nocturna, el olor a tu calor en ese lugar especial de lamentos y desolaciones.

¡Si acaso estuviera exenta de morir, como ahora muero!

Dijera que los días fueran más fáciles si acaso olvidara yo tu sombra, y deshiciera el hechizo que dejó en mi tu voz, el argento manantial inconfundible, tu voz de todas las edad perdurando gloriosa a través del tiempo, tu voz que me aprisiona y me libera.

¿Acaso no notas mi delirio? ¿Acaso no puedes ver cuánto te deseo?

Es como si con mis manos quisiera alcanzar un sueño. Herir aquellas horas cuando te conociera, cuando por vez primera tu voz hiciera en mí raudales de cálida presencia, y no pudiera dormir aquella noche pensando en ti, sí, aquella vez primera, cuánto desearía herirla.

Acaso nunca supiste que busqué todos los recovecos posibles para entrar a tu vida, para dirigirte por primera vez la palabra, que fue un triunfo glorioso la primera carta que tú me respondieras. ¡Cuánta muerte estrecha contra mi pecho este naufragio! Porque a la par de tu dulce presencia, del mágico hechizo de tus ojos, estuvo el tiempo, el tiempo que consumió mis alas, mi poesía, mi verdad, que me dejó vulnerable ante el mundo.

¡Si acaso pudiera! Volvería a aquel tiempo en que te tuve cerca, y desgarraría el silencio, sabría que habría valido la pena con contemplar una sóla mas de tus sonrisas, con saber exactamente tus pensamientos. Pero ahora, ahora siento morirme. Es triste volver al río de la oscura depresión, al lodo que antes fue un manantial, a la pureza que antes me transmitieron tus ojos.

¡Oh, si tú pudieras por un segundo más seguir sosteniendo mi mano hacia tu destino!

Quizá no te buscaría desesperadamente a cada segundo del día, quizá no le preguntara constantemente al viento por tu bienestar. ¡Cuánto creí olvidado bajo la tumba de otros besos!

Y sin embargo, nunca has sido completamente mío, como en mis sueños. Eres ajeno, siempre lo has sido. Escurridizo como el viento, cuánto hubiera dado porque tu presencia sea constante y lo suficientemente fuerte como para convencerme de tu camino. Sí, lo imagino, vuelvo a ti, acaso hubiera dado todo por vivir un día de todo lo que he soñado contigo. Pero sigues lejos, sordo a mi llanto de confusión en esta noche, en estos días, y en los muchos años que vendrán al frente. Tengo temor de confundir mi vida, lo cierto, mi amado, es que has destruido todos mis planes, has roto la muralla que tenía edificada contra mis miedos, y todos regresan, no uno por uno, sino juntamente gritando rebeldía.

¡Cuánto diera por estar mi vida exenta de ti, de tus recuerdos!

Cuánto pagaría por acabar mi conspirar contra tus pasos, para tratar de retenerte. Si supieras que lo que más anhelo es verte libre. Libre de estas palabras de arena, que son enemigas del viento. Sé libre, destruye tú, con tu bondad, todo lo que yo no puedo con mis propias fuerzas. Te suplico vengas una vez más a mi mano, y asesines paulatinamente cada recuerdo, hasta dejarme sin memoria, sin olfato o gusto, incluso, hasta que ya no pueda reconocerte.

Ven pronto, y toma venganza de los días perdidos, y las letras muertas y la tristeza esparcida en lágrimas, venga tu memoria contra mis sueños, despedaza todo lo bueno que aún queda, que la esperanza es lo que más me lastima, el seguir pensando que puedo regresar a vivir lo que me fue negado desde un principio, por tu silencio.

No hay comentarios: