Señor amigo de todos:
Te ruego por mi amigo y por mí.
Qué seamos capaces de decirnos la verdad el uno al otro aunque duela.
Que tengamos suficiente valentía de perdonarnos el uno al otro, hacer los defectos más insignificantes.
Que despertemos una mutua confianza.
Que no busquemos la perfección absoluta en el otro, sino que nos demos cuenta de que ambos somos de barro, y que nos rompemos fácilmente.
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